sábado, 26 de febrero de 2011

Entre tablas y talleres

PAPEL LITERARIO

Entre tablas y talleres
JESUS SANOJA HERNANDEZ

En aquel mayo de 1915 en que César Rengifo vino al mundo la compañía Rueda montaba en el Teatro Caracas la zarzuela Amor que mata y acababa de estrenarse en el ahora restaurado Teatro Municipal Madame Butterfly, ópera que causó sensación en "la sociedad capitalina". Quedó en la memoria de Job Pim, quien en la materia era un fanático, y en la de Gustavo Machado, joven recién salido de La Rotunda.

Eran asimismo los tiempos de encumbramiento de Ayala Michelena (Al dejar las muñecas), de los sainetes y el teatro costumbrista, donde el sabor local predomina sobre el contenido universal o los problemas existenciales. De alguna manera, esa tendencia permaneció viva, salvo algunas excepciones, hasta los años 40. El teatro que le tocaría afianzar a Rengifo sería de otro tipo, de profunda inspiración histórica y con entonación social que le venía de su visión marxista de las artes y las letras.

La pintura en 1915 estaba dominada por los zapadores del Círculo de Bellas Artes, peritos en la captación del paisaje. No sería ésta la obsesión de Rengifo, una vez que se decidiera por la pintura, sino la del hombre frente a los desafíos sociales, concepción en la que debió influir sensiblemente su paso por México, donde la influencia del muralismo era muy difícil de ser evitada. Que Rengifo, asimismo, hubiese tocado en Chile, de intensa actividad literatura y política, con un Partido Comunista pionero en América Latina, contribuyó a provocar en él esa zambullida en las aguas del "arte social".

"El muertico", como lo mentaban los venezolanos que cayeron en el México cardenista, fue pintor entrenado en la Academia de San Carlos y en la Escuela de La Esmeralda. De vuelta al país ejerció el periodismo, en los años 40, tanto en publicaciones donde los de Unión Municipal y Unión Popular tenían el mando, como en El Heraldo, ya en manos de los Corao, y del cual llegó a ser jefe de redacción.

Y no conforme con las tablas y los cuadros y las letras de talleres periodísticos, Rengifo acometió la docencia. Fue profesor en Historia del Arte en la Escuela de Artes Plásticas de la ULA y profesor de Historia del Teatro en el Curso de Capacitación Teatral de la Dirección de Cultura de la UCV, y además director de esta curiosa escuela donde impartieron clases Romeo Costea, Enrique Izaguirre, Hugo Baptista y creo que Humberto Orsini, Rafael Briceño y José Ignacio Cabrujas.

Tal vez Cabrujas, en Juan Francisco de León, haya acusado influencia del teatro histórico-social de Rengifo, como también de los experimentos del Teatro Universitario dirigido por Nicolás Curiel. En cuanto a Rafael Briceño, habrá que recordar que "el último texto" de César Rengifo fue el leído en el homenaje que se le hizo a ese gran actor, seis días antes de morir el creador de Lo que dejó la tempestad, parte final de la trilogía (o mural) sobre la Guerra Federal. Contaba allí lo sucedido con el montaje de esta obra. El segundo acto parecía no empezar nunca, a pesar de los timbrazos que lo anunciaban, por lo que él decidió salir a la calle en plan de huida ante el derrumbe del montaje: "Cuando había avanzado algo más de una cuadra sentí que un joven corría hacia mí llamándome mientras me anunciaba que el acto había comenzado".

En realidad el actor no había llegado sino que Rafael Briceño, homenajeado y a la vez espectador inquieto, había subido al escenario y asumido el papel de Ezequiel Zamora: "Enterado él de las atribulaciones que ocurrían tras bastidores, fue a los camerinos y resueltamente se decidió a encarnar el papel del héroe federal, si alguien le apuntaba... Y lo hizo con dignidad y brillantez. Y el espectáculo y el Festival pudieron continuar".

En 1977, Casa de las Américas, con el título de Teatro, reunió de Rengifo los dos murales trilógicos: el de la Guerra Federal y el del Petróleo. Son dos visiones de Venezuela, una centrada en el país agropecuario, el de las contiendas intestinas, otra dirigida al nuevo país que comenzó a crecer en el Zulia, pero ambas alimentadas por la pasión crítica y el fervor marxista


Cesar Rengifo


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