martes, 26 de noviembre de 2013

La iluminada de El Conde, por Oscar Yanes

ASÍ SON LAS COSAS

Oscar Yanes

"Primero sentían un corrientazo"

_¿Por qué no prohíben La Múcura? _se preguntaban miles de muchachas casaderas en todo el país. Según los periódicos, el porro se había convertido en "un disco criminal". En el barrio 18 de Octubre a un muchachito de diez años, una mujer de un navajazo le cortó el estómago, porque el muchacho al verla se puso a cantar: "Y es que no puedo con ella".

Muchos hombres no querían pasar por ciertos sitios con sus novias, por que los guasones al ver una pareja gritaban: _¡Ojo pelao! ¡Cuida tu Múcura! ¿O es que no puedes con ella?

Pocos meses después de derrocado Gallegos, el 24 de noviembre de 1948, el prefecto de Caracas anunció en rueda de prensa "que se acabará con La Múcura en las rocolas, porque se han presentado pleitos y agresiones en los botiquines de las carreteras. Pero la prohibición no afecta a la radio".

La Gobernación de Caracas estaba muy preocupada en aquellos días no sólo por la Múcura, sino por la llamada Iluminada de El Conde, quien había despertado las protestas de la Iglesia católica.

Desde temprano, más de quinientos pacientes hacían cola en la casa número 87, en la avenida Simón Rodríguez en El Conde. La señora no cobraba, y a quien le ponía la mano en la cabeza y le decía: Ten fe, hijo mío. "Lo curaba al instante".

_¡Que pase el otro! _gritaban en la puerta de Blanca Cáceres de Campo, la Iluminada de El Conde. Al entrar el paciente, la señora, vestida toda de blanco, murmuraba: "Arrodíllate hijo. Ten fe. Cierra los ojos". Todos los visitantes de la Iluminada contaban que sentían como un corrientazo que les sacudía el cuerpo, luego gran paz interior; "una seguridad en uno mismo tremenda" refería un abogado de Santa Teresa del Tuy, a quien le desaparecieron un dolor de cabeza, que según él, lo atormentaba desde pequeño. Había gente que entraba en silla de ruedas y salía caminando.

_¡Milagro..! ¡Milagro..! _a eso de las seis de la tarde, la señora Blanca, aparecía en la puerta de la casa y gritaba:

_¡Hermanos! ¡Hermanos! _cesaban todos los murmullos. No se oía ni el zumbido de una mosca, estoy cansada. Regresen mañana a las siete. ¡Regresen mañana! Y recuerden hermanos lo que dijo Jesús: "El que a sí mismo se engrandece, será humillado y el que se humilla, será engrandecido", que Dios los bendiga... La gente se retiraba en silencio y al día siguiente la cola era más grande.

_¡Desapareció la Iluminada! _la noticia cundió por todo San Agustín y El Conde, después de tres semanas de milagros diarios. Las puertas de la residencia de la Iluminada amanecieron un buen día cerradas con un letrero: "La señora Blanca Cáceres de Campo ha salido para Panamá a cumplir una misión importante. Reciban la bendición de Dios".

_¿No será que la secuestraron? _preguntaban algunos.

Ese fue el Gobierno aseguraban otros. Un periódico envió a Panamá al acucioso reportero Manuel Echenique Romero, pero no pudo localizar a Blanca Cáceres. Se la tragó la tierra, decía la gente.

Así son las cosas.


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